jueves, 21 de julio de 2011

Lóbregon

El hombre caminaba descalzo sobre la delgada capa de nieve que rodeaba sus pies. Agobiado por la caminata nocturna decidió hacer noche bajo un frondoso cipres. Recogió una tímida parva de ramas del piso y prendió una modesta fogata. Sacó un pedazo de carne de animal guardado en sal y lo comió lentamente con las manos mientras posaba sus ojos cansados en las llamas. Sus ojos frente al fuego se tranquilizaban. Su mirada perdida en algún punto de la noche, en un cielo sin estrellas no le modificaba el sueño. Agarró su cuchillo de montaráz con la mano izquierda y durmió. En su sueño contaba ovejas una por una, las imaginaba a todas juntas, pero al cabo de un rato, las espantaba, porque era un cazador y las ovejas le aburrirán en demasía, entonces, lentamente se transformaba en lobo y las desgarraba una por una. Sentía placer mientras les cortaba las patas traseras dejándolas tumbadas en la nieve y la sangre caliente de los borregos quedaba pegada en sus manos. Cuando acabó con todas, se halló sólo en el medio de la noche onírica. Entonces, levantó el hocico y aulló a la luna. Sus pares reconocieron su llamado. Su jauría lo esperaba en la ladera de la montaña. Uno a uno los fue pasando hasta llegar al jefe de la manada, un lobo gris de largo pelaje y mandíbulas fuertes. Una cicatriz en el el hocico le daba un tinte de respeto en toda la manada. Recorrieron juntos la montaña cazando todo lo que estaba a su alrededor, cuanto más cazaban, más placer les daba.
La jauria extasiada de sangre formaba una bruma de calor circular que brotaba de sus lomos.
Deambular por la noche con los lobos lo convirtió en un depredador único.
La última presa fue un bisonte, estaba atorado entre unos ramales. La jauría sigilosa lo lastimó , hasta que el último ataque terminó con el cuello del indefenso animal. La sangre comenzó a brotar derritiendo la nieve alrededor, dándole un aspecto siniestro a la noche. Todos juntos,aullaron por última vez, saciados de sangre levantaron sus hocicos y hermanados en sangre corrieron montaña abajo. Sus huellas fueron borradas con la lluvia de las primeras horas de la mañana. El fuego del cazador, hacia fuerzas para sobrevivir con unas pocas brasas.

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