jueves, 23 de junio de 2011

Berenjenal

Y ella se cuela por la tangente del mandala, vuela entre dos espacios, una coma y un laberinto de colores, dispara la letra dibujando un circulo. Fotogramas perdidos en el camino no indican un sentido en común, cada uno tiene el suyo, el mío aparece por las noches, en el techo de la habitación, lentamente iluminado por la luz del enchufe que no deja lugar a la oscuridad total, a veces es circular, a veces amorfo, a veces no es. Es un pensamiento, un camino, un juego, un propio sueño, un desfile de personajes conocidos, un enchufe, una luz, una. En vísperas de San Juan, se prenden los fuegos, sólo para ser contemplados, para mirarlos y actualizar la conexión que siempre existió entre el hombre y las llamas. Todos los fuego, el fuego, cito a Cortazar, el vivía en uno, para convertirse en uno. Un millón en uno. Hay que tirar del hilito y dejarlo hecho jirones en los confines del tiempo.
Tiempo, esa unidad sistemática, que según wikipedia es la magnitud física con la que medimos la duración de acontecimientos sujetos a cambio, un berenjenal de palabras sin sentido, o lo único que saco en limpio es que con el tiempo el único que cambia es el sujeto. Sintaxis. El tiempo impone limites. Yo no tengo límites. No los creo en mi cabeza, ni me propongo a inventarlos. Él limite de todo hombre es la muerte. O para otros, es el techo. O para otros el piso, en donde se encuentra un mandala desplegado en la gran bóveda de estrellas.

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