martes, 24 de mayo de 2011

Léase con la ventana abierta

Una luz de tubo, tres camas una al lado de otra y una enfermera que mueve el lapiz sobre una pequeña revista de crucigramas con Carlin Calvo en la tapa.
Esa es la imagen cotidiana de la sala de terapia intensiva, el frío es espeso y denso, es el mismo que corre a veces por los nervios de la espina dorsal, sólo que ahí está presente, con vida propia. Distinto es, al que entra por la ventana. Ése es un viento de esperanza, pero como todos sabemos, en las terapias las ventanas están cerradas.
Yo estoy sentado en la cama, mis pies no llegan al piso, los balanceo para un lado y para otro, aburrido y taciturno miro fijamente al cura que está dando una extremaunción, es la tercera que escucho en el día y es temprano. La conozco de memoria, mate, no puedo tomar, ni nada que se le parezca.
- El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace recostar. Comienza a relatar el sacerdote mientras mira la hora, la mira el muy turro, como si no le importase nada, de ése Viejo, que fué Joven, y que sintió el atardecer en sus poros, y vibró con las mañanas de enero y fué niño, y padre, y vivió.
El viejo mueve algunos dedos, me es imposible no tomarle la mano, están frías y amarillas, trato de acomodar mis dedos con los de él para crear un fuerte lazo, el último pienso.
-Me conduce hacia ríos tranquilos y repara mis fuerzas. Sigue repitiendo el curita.Bingo, Jesús también es mecánico, pienso sarcásticamente, perdón, no lo puedo evitar.
Los latidos del corazón disminuyen, la enfermera sonríe, por suerte terminó el crucigramas. Horizontales: 5. Conjunto de partículas desagregadas de las rocas. POLVO grita alegremente, compartiéndolo con todos, sin esperar respuesta alguna.
Lo sigo tomando de la mano. Mientras el cura termina con toda la liturgia, me acerco lentamente a su oreja y le tarareo una canzoneta italiana que le cantaba su madre cuando era pequeño, un apretón fuerte y una sonrisa, es la señal.
Lo tironeo de su mano y lo despego de su vetusto cuerpo, un hombre bonachón con tiradores y sonrisa cómplice sale despegado y se sienta a mi lado.
-Aunque camine por cañadas oscuras, no tengo miedo, porque Tú vas conmigo: tu vara y tu bastón me sostienen. Y así termina el cura de decir sus palabras. Sale apurado de la sala, tiene unos zapatos que hacen un ruido peculiar, retumbando en todo el frío pasillo.
La mirada de nostalgia siempre se repite, el hombre se mira, como agradeciéndose a si mismo, no era el de la cama, pero igual se encontraba en algunos detalles.
Todos se quedan pensando un rato, y siempre es en lo mismo, en los que quedan en la sala de espera.
En mi trabajo no hay tubos de luz, ni querubines mostrando el culo rosado con cara de picarones.
Solo les abro la ventana, para que tomen su propio camino, si hay luz o oscuridad no lo sé, las libres elecciones nos van a seguir siempre. Entre nosotros, el quiso ser pájaro y anidarse en el viejo roble, años atrás, una mujer había elegido ese destino.

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