jueves, 17 de marzo de 2011

35,20º

Sentado en un bar, escuchando una charla de hasta ahora desconocidos que me cayeron mal de entrada porque no se rieron con ninguno de mis chistes, decido pedirme un whisky. Me acerco a la barra lentamente y apoyo mis codos para hablar con el rasta que atiende –Un Jameson doce años por favor –Le digo al inglés que sabe más de whiskys que de aseo personal. Sirve el vaso. Lo miro, lo huelo, pongo cara de que sé lo que estoy tomando y me lo llevo a la boca. Mucho aroma, suave, le siento un olor familiar a pino, raro.
Allá a lo lejos en la otra punta de la barra hay tres extranjeras con gorros comprados en la boca y un muchacho que es una más. Me miran, las miro, bajo la mirada. Sigo mirando el vaso y pienso sí el agua convertida en hielo es mineral o de canilla. El patova de la puerta es dealer, me mira con cara socarrona como diciendo, -dale pedime, -dale pedime. Hago ruido con los hielitos, es divertido, me falta el sobretodo. Ay, Marlowe.
El whisky me da unas terribles ganas de fumar pero no se puede ahí adentro. Las extranjeras piden fajitas con guacamole, el olor perfuma todo la barra, si fuese violento y medio psico, les revolearía los platos a la misma mierda, ¿Por qué comer en una barra? Mi whisky tiene olor a cebolla, menos mal que no pidieron bife de chourizou.
Otro whisky, esta vez vamos con Juancito el caminante, lo miro, lo tomo, lo huelo, le siento un olor familiar a mi jefe, no es raro.
Los conocidos (que antes eran desconocidos) se levantan de la mesa y se van sin saludarme. Pienso que se abran enculado conmigo. No me molesta en lo más mínimo. Hace frío en Buenos Aires, las turbinas de calor me pegan justito en los riñones. Mi reloj acusa las 2 de la mañana.
No se ni de donde salió, pero al lado mío veo una cuchara, la miro de un lado y me veo bien, es casi como un espejo cóncavo, la doy vuelta y me veo al revés, dado vuelta. Que rara que se ve mi frente. Tengo el ceño fruncido. Pienso en la cuchara, si yo la hice girar o me giró ella. ¿Cuál es la realidad? Matrix. Levanto la cabeza y las extranjeras están hablando con el patova, tomo el último sorbo del vaso y me voy, dejándolo vacío.Olvidándome de ella.

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