jueves, 3 de enero de 2013

FarmaAres

Ayer por la noche, mientras salia de la farmacia, la puerta automática que separa el interior del local con la vereda, no se abrió. Se había trabado en el momento mismo en el que estaba intentando salir. Preso de un estupor familiar y sintiendo acaso que una simple puerta me ignoraba, opte por patearla. Los vidrios estallaron en Córdoba y Scalabrini Ortiz. Los diminutos cristales que caían sobre mi escaso pelo eran liberadores. Los empleados llamaron a la policía y fui a parar a la comisaria para realizar las declaraciones pertinentes. Les dije que la había pateado sin querer, pero no se lo creyeron y tuve que pagar $4.000 pesos por las roturas. La sensación de sentir los vidrios caer por mi cuerpo como una lluvia solida, me dejo conmovido. Aun no entiendo la moraleja, no ando por la vida buscando moralejas. Pero el vidrio, cambio de ser una parte de un todo a transformarse en diminutos cristales. Y tuve culpa por el, imagine que todo su racconto de imágenes de personas que cruzaron por su puerta/umbral había sido destruido por mi hermosa estupidez humana. Y ahí, mientras rompía su ADN visual, me sentí un dios de la guerra que quebraba su propio reflejo. E.o